Roland Barthes estudió los
signos no lingüísticos, los llamó signos semiológicos. Se apoyan en la
concepción racional que anteriormente planteó Saussure.
Barthes toma los conceptos de
Saussure para poder basar la cultura. Además de los signos verbales y gráficos,
existen signos gestuales, icónicos, etc. que se combinan con los lingüísticos
también y se forman nuevos lenguajes; por ejemplo, el publicitario, el de la
moda, las señales de tránsito, los gestos de cortesía, protocolo, etc., éstos
producen significantes que relacionamos con significados pero no son signos
lingüísticos, son gestos imágenes, dibujos, etc.
Barthes tratará de pensar las
características de la cultura como un gran y complejo sistema semiológico. No
hay en éstos signo unidades distintivas, sino más bien sentido, Ej. En la
pintura, no hay algo que determine exactamente la significación. Para Barthes,
la cultura siempre trabaja con diferentes sentidos.
El sistema semiológico es
diferente al sistema de la lengua y trabaja como una serie de montaje de
signos. La materia significante es la misma pero el sentido para cada uno es
distinto. Siempre por debajo de un lenguaje hay otro posible.
Denotación es la significación
explícita, exacta y evidente.
Connotación es aquello que se
sugiere, lo posible de ser interpretado de otra manera.
La cultura va construyendo
sentidos a través de nuevas connotaciones, de nuevos ingredientes.
Los conjuntos de significantes
son el objeto de estudio de la semiología. Además de nuevos significados, la
cultura construye nuevos significantes de anteriores, esto es el metalenguaje.
Por ejemplo, en la ciencia, se usa el lenguaje para estudiar el lenguaje y,
cada ciencia usa el castellano pero crea un metalenguaje.
Signo semiológico:
El signo es una porción (de
dos caras) de sonoridad, visualidad, etc.
Cada plano se divide en dos
categorías: forma y sustancia.
La forma es aquello que puede
describirse exhaustiva, simple y coherentemente por la lingüística.
Expresión:
Sustancia: por ejemplo la sustancia
fónica, articulada, no funcional, de la que se ocupa la fonética.
Forma: constituida por las
reglas paradigmáticas y sintácticas (una misma forma puede tener dos sustancias
diferentes, una fónica y otra gráfica).
Sustancia: por ejemplo, los
aspectos emotivos, ideológicos o simplemente nocionales des significado, su
sentido “positivo”.
Forma: es la organización
formal de los significados, por ausencia o presencia de una marca semántica.
Ésta distinción puede volverse
útil y fácil de utilizar en semiología:
Cuando tenemos que
enfrentarnos con un sistema en el cual los significados son inherentes a una
sustancia diversa de la de su propio sistema (ej., caso de la moda escrita).
Cuando un sistema de objetos
se comporta a una sustancia que no es inmediata y funcionalmente significante,
pero puede ser, a cierto nivel, simplemente utilitaria. Ej.: cierto manjar
puede servir para significar una situación, pero también para nutrirse.
Signo semiológico vs. Signo
lingüístico.
Al igual que su modelo, el
signo semiológico está también compuesto por significante y significado, pero
se separa de él al nivel de sus sustancias.
Muchos sistemas semiológicos
tienen una sustancia de la expresión (fónica) cuyo ser no está en la significación;
suelen ser objetos de uso, separados de los fines de significación. Ej.: el
vestido sirve para protegerse, la comida para nutrirse, aunque sirvan también
para significar. Llamamos a éstos signos semiológicos de origen utilitario
“función-signo”, éstos implican un doble movimiento. En un primer momento, la
función toma sentido por el solo el hecho de que exista sociedad, cualquier uso
se convierte en signo de este uso. Ej.: la función del impermeable es proteger
de la lluvia, pero ésta función es inseparable del signo de cierta condición
atmosférica, dado que nuestra sociedad no produce más que objetos standarizados
que son necesariamente las ejecuciones de un modelo, las hablas de una lengua,
las sustancias de una forma significante.
Ésta somatización universal de
los usos muestra que no hay nada real que no sea perceptible. Pero una vez
constituido el signo, la sociedad puede re- funcionalizarlo, hablar de él como
un objeto de uso: se hablará de un vestido de piel como si sirviera únicamente
para proteger del frío. Ésta funcionalización necesita un segundo lenguaje para
existir y no se identifica en absoluto con la primera funcionalización. La
función re- presentada corresponde a una segunda institución semántica
(camuflada) que pertenece al orden de la connotación.Por lo tanto, la función-
signo tiene un valor antropológico, ya que es la unidad misma en la que se
entremezclan las relaciones de lo técnico y de lo insignificante.
El significado
Para la lingüística, el
significado no es “una cosa”, sino una representación psíquica de la cosa. Pero
siguiendo estudios posteriores se podría decir que el significado no es ni la
representación psíquica, ni la cosa real; ni acto de conciencia ni realidad;
puede definirse tan solo en el seno de la significación: es ese “algo” que
aquel que emplea el signo entiende por él.
El significado es uno de los
dos componentes del signo, la única diferencia que lo opone al significante es
que éste último es mediador.
En el ámbito de la semiología,
la situación no es diversa, donde objetos, gestos e imágenes, etc.
(significantes) remiten a algo que no es decible sino a través de ellos, con la
diferencia que el significado semiológico puede remitirse a los signos de la
lengua. Entonces, un determinado sweater podrá significar los largos paseos de
otoño en el bosque, en este caso, el significado no es solamente mediado por su
significante vestimentario (el sweater) sino también por un fragmento de
palabra, lo cual facilita su utilización.
Llamamos ISOLOGÍA al fenómeno
por el cual la lengua une de forma indiscernible e indisociable sus
significantes y sus significados. De ésta forma se distinguirá los sistema NO –
ISOLÓGOS (complejos), en los cuales el significado puede estar asociado a sus
significantes.
La lingüística estructural no
ha construido una semántica (clasificación de las formas del significado
verbal), por lo tanto no se puede proponer una clasificación de los
significados semiológicos.
El significante: Es lo que
hace que mi pensamiento pueda ser interpretado, puede materializar lo que no
tiene materia. La materia le es necesaria pero no suficiente. Esta materialidad
obliga a distinguir otra vez entre materia y sustancia: la sustancia del
contenido (significado) puede ser inmaterial (aspectos emotivos, ideológicos, etc.),
pero la del significante siempre es material (sonidos, objetos, imágenes).
Todos podemos interpretar signos con distinta materia, olfato, gusto, etc.
En semiología, donde existen
materias diversas (sonido, imagen, objeto y escritura, etc.) sería oportuno
agrupar los signos ya que se fundan en una única en una única e idéntica
materia, bajo el concepto del signo típico: el verbal, el gráfico, el icónico y
el gesticular, se formarían cada cual un signo típico.
La significación (semiosis): Puede
concebirse como un proceso. Se trata del acto que une significante y
significado, cuyo producto es el signo. Esta distinción tiene un valor
clasificatorio porque la unión de significantes y significado no agota el acto
semántico, teniendo en cuenta también lo que le es adyacente y porque para
significar, la mente no procede en conjunción, sino por descomposición.
La significación no une seres
unilaterales, no aproxima dos términos, ya que significante y significado son
ambos término y relación al mismo tiempo.
Esta ambigüedad tropieza con
la representación gráfica de la significación, no menos necesaria para el
estudio semiológico. Para Saussure, el signo se representa como la extensión
vertical de una situación profunda: en la lengua el significado está, en alguna
forma, tras el significante y no puede alcanzarse sino a través de éste, aunque
por un lado, estas metáforas demasiado espaciales no captan la naturaleza
dialéctica de la significación y, por otro lado, el carácter cerrado del signo
no es aceptable más que para los sistemas decididamente continuos, como la
lengua.
Mediación
Dijimos que el significante es
un mediador (material) del significado. En el lenguaje humano, la selección de
los sonidos (mediación) no nos es impuesta por el sentido (el “buey” no implica
necesariamente el sonido de “buey” ya que éste sonido es distinto en otras
lenguas), Saussure había hablado de una relación arbitraria entre significante
y significado. Benveniste había rechazado ésta afirmación: arbitraria es la
relación del significante y la cosa significada (del sonido “buey” y del
animal) pero para el propio Saussure el significado no es “la cosa” sino la
representación psíquica de la cosa (concepto). La asociación del sonido y de la
representación es el fruto de un aprendizaje colectivo, por ej. El aprendizaje
de la legua francesa; esta asociación (la significación) no es arbitraria
(ningún francés es libre de modificarla), sino por el contrario, necesaria.
Así se ha propuesto que la
significación en lingüística es inmotivada; es una inmotivación parcial. Por
otra parte, entre significante y significado exite cierta motivación, en el
caso de las onomatopeyas (la lengua imita cierto tipo composición) una vez
establecida la inmotivación de su raíz y de su sufijo, presentan una analogía
de composición.
En la lengua, el nexo entre
significante y significado es contractual en principio, pero este contrato es
colectivo, inscrito en una temporalidad amplia (Saussure dice que la lengua es
una herencia). Levi Strauss argumenta que el signo lingüístico es arbitrario a
priori, pero no a posteriori. Esta diferenciación introduce dos términos; se
dirá que un sistema es arbitrario cuando sus signos se crean no por contrato
sino por decisión unilateral: el la lengua el signo no es arbitrario, pero si
lo es en la moda, y se dirá también que un signo es motivado cuando la relación
entre su significante y significado es analógica.
Referencia:
Oscar Maya. (2008). Roland Barthes. 2016, de Montes de Oca Sitio web: http://www.altillo.com/examenes/uba/cbc/semiologia/semio2008resurolbarp1arn.asp
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